El principal reto de la “ciencia del profesor de Ciencias” es diseñar una ciencia escolar que permita desarrollar en clase una actividad científica que, sin dejar de centrarse en las características del conocimiento científico, lo presente vinculado a preguntas, capacidades y finalidades que tengan sentido en la etapa educativa en la cual se desarrollan, que lo transforma radicalmente.
¿Por qué es necesario generar actividad científica escolar, y qué se requiere para ello?
La ciencia que se muestra en los libros de texto –llenos de definiciones y fórmulas– y en determinadas imágenes de sabios con bata blanca frente a instrumentos sofisticados, esconde los orígenes que comparte con todos los conocimientos humanos.
Como todos ellos, surge de una actividad global cognitiva que requiere pensar, hacer y comunicar y que, como sucede con cualquier actividad humana, sólo se pone en marcha si hay preguntas, intereses, motivación que “tira” de ella y que la hacen “racional” y “educativa” (Guidoni, 1985). En el aprendizaje de las ciencias también se ha de producir conocimiento, escolar, emergente; por ello, es imprescindible generar actividad científica que responda las preguntas y los intereses genuinos de los estudiantes y a la sociedad –la escuela, la clase– en la que se presentan. Si sólo se enseñan palabras, difícilmente producirán conocimiento en el ámbito estudiantil.
¿Qué aporta la educación en ciencias a la educación humana?
Lo propio de la actividad humana es que se guía por valores y genera sentimientos. La actividad científica escolar va a generar vivencias que enriquecerán el conocimiento escolar y, por lo tanto, emergerán valores que contribuirán a que los valores humanos elementales sean de vital importancia para realizar nuestras labores cotidianas (si bien un valor básico es que todas las personas puedan comer y cuidar su salud, las ciencias ayudan a conseguirlo).
Es cierto que la ciencia es muy importante y aún más si se divierte uno conociendo más cosas
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